sábado, 23 de enero de 2010

Oh Fortuna: el Informe Cheney



Con enero casi concluido, me siento satisfecho. Hoy es uno de esos días contados en que me levanto tarde y de buen humor (es sábado, luce el sol, no hay deberes del hogar pendientes), me tomo un super tazón de cereales, y luego, después de releer entusiasmado la última hoja manuscrita, me repantingo en la silla del estudio, y exclamo con orgullo:
-Pero ¡qué bien me está quedando este capítulo!¡Qué gran escritor soy!
Me deleito en escuchar los ecos de mi pensamiento retumbando en la habitación, como si mis palabras las repitieran un coro de querubines celestiales al compás de las fanfarrias, mientras llueven pétalos de rosa. Sí. Mi nuevo proyecto me está entusiasmando.

Después de mis egocéntricas y autocomplacientes divagaciones, regreso al mundo real. Aún queda mucha novela por escribir, pero me gusta. Los personajes me intrigan, y en mi cabeza se están tejiendo las subtramas a una velocidad pasmosa. Tengo material, argumentos y deseos. Tantos, que desde que empecé me obsesiona pensar cuándo la tendré terminada. En teoría para el verano, ¿pero por qué no puede ser antes?¿Puedo aumentar mi ritmo? En fin, mi historia me llena de ilusión y de vida. No importa que en el trabajo llegue tardísimo a casa. Necesito escribir, aunque sea a costa del sueño. Lo necesito.

Por la red encontré un interesante Blog sobre el mundo de la publicación,
Three Percent, y de él os traduzco un interesante artículo. Habla sobre el Informe Cheney, elaborado después del Crash de 1929, tras la gran crisis editorial que sucedió a continuación en 1932. La Historia es un círculo continuo. Todo se repite:

Después quince meses de investigación exhaustiva, la "Encuesta Económica de la Industria Editorial, 1930-1931" (Informe Cheney) fue publicado en enero de 1932. El informe es incisivo y no se detiene en sus críticas sobre cada aspecto del mundo editorial y más allá. Cheney acusa a los editores y libreros de confiar en la intuición para tomar decisiones empresariales, editoriales y de compra, en vez de emplear un método científico, apoyado en la estadística de los hechos reales. Les acusaba de su falta de creatividad para desarrollar los talentos de los autores noveles y se ensaña con ellos por "asesinar" títulos potencialmente exitosos al lanzarlos sin más a un mercado tan saturado de obras similares, que simplemente los unos "canibalizan" a los otros.

Cheney estaba preocupado por la falta de uniformidad en los tamaños y materiales de los libros impresos, lo que en su opinión elevaba mucho los costes de producción, innecesariamente. Se enfrentó a los publicistas y críticos de libros por no lograr generar suficiente interés por los libros y en consucuencia por no permitir que los lectores se formaran un opinión adecuada sobre qué libros comprar. Culpó a los libreros por acumular montones de títulos de ficción de temática similar y por no molestarse en estudiar los intereses y hábitos de lectura de sus clientes.



Cheney incluso habló contra los profesores de las escuelas, por no promover la lectura y usar métodos de enseñanza desfasados y aburridos, lo cual daba lugar al fracaso para estimular la lectura entre los estudiantes, desde los de primaria hasta incluso los universitarios.


Aunque era otra época, es curioso contrastar cómo muchos de los problemas mencionados en el Informe Cheney aún persisten en el mundo editorial. Curioso, ¿verdad?