domingo, 11 de noviembre de 2012

Escribir una novela (XIII): un poco de filosofía

Este año me he animado a participar como lector y comentarista en un concurso de relato corto de novela histórica. Es sorprendente la creatividad que fluye a nuestro alrededor. Los relatos exploran hechos históricos poco conocidos, o bien conocidos desde una perspectiva diferente y original, incluso los hay que fusionan géneros como ucronía-ficción, fantasía o mito histórico.

Cuando uno se plantea escribir sobre una época pasada, que no conoce en su vivencia vital y de la que la documentación no ofrece los detalles del día a día, surgen dudas sobre cómo enfocar dicha historia. Esto ha generado en el foro del concurso jugosos debates sobre qué puede se admisible y qué no en un relato de corte histórico:

-Lo primero que debe lograr el autor es la verosimilitud. Algunos opinan que esto se logra usando únicamente datos históricos, sin cabida para la imaginación o creatividad. Otros del foro consideran que la verosimilitud se logra, no usando todo lo conocido de esa época, sino no cayendo en contradicciones ni en incoherencias históricas.



Yo discrepo de ambas posturas. Creo que la verosimilitud es, sencillamente, que el lector se crea lo que lee. Que se lo crea todo, y de tal forma que todo le resulte coherente. Y entretenido, por supuesto, ya que no debemos olvidar que hablamos de un relato (o de un germen de novela), no de un ensayo academico y científico. Se permiten licencias al autor. Incluso puede suceder que lo que cuente el autor no sea correcto ni se ajuste a la Historia, y sin embargo, que logre que sea verosímil. Puede que al autor haya querido contar su historia de tal o cual forma, o quiera reinventar un hecho histórico. ¿Puede hacerlo? Puede. Y si lo hace de forma verosímil y coherente, puede convencer al lector.

Por mi parte, aún así, lo ideal es conciliar verosimilitud narrativa e histórica. Vale, resulta que de entre todos los lectores, sólo los catedráticos de tal especialidad se van a dar cuenta de que lo que cuenta el autor no es Verdad Histórica. Incluso a esos hay que respetarlos, es mi postura: escribe sencillo para todos los niveles, y lo que escribas sea válido para todos los lectores, tanto los más cultos y leídos como los más "novatos" en Historia.

-Se habla de la importancia de los detalles, sobre descripciones de época, sobre geografía y sobre el habla diaria. Éste detalle, el de los diálogos, es importante. De la Historia tenemos aquello que ha quedado escrito. ¿Y el habla diaria? ¿Quién sabe cómo hablaba un humilde panadero en época griega en la Alejandría de los faraones? ¿Hablarían cultamente como recoge "La Odisea" de Homero? ¿No tendrían más bien un habla vulgar, como nosotros, con expresiones del día a día, exabruptos e insultos? ¿Les importaría el sexo, la politica, los deportes, como a nosotros?

Claro, como de ese habla vulgar no ha quedado constancia, ¿quién puede criticar a un autor por hacer que un personaje de exprese de tal o cual forma? Es importante que no haya, ese sí, anacronismos, expresiones impropias de esa época o de esa cultura. Nosotros mismos hablamos de forma diferente si nos dirigimos a una autoridad o a un juez, que al vendedor de fruta de la esquina o al colega de cervezas (o de taberna), y eso creo yo, debe tenerse en cuenta la dar vida a nuestros personajes.

-Además, debe escribirse de cara al lector, y no abusar de cultismos o de metáforas rebuscadas. El lector quiere disfrutar con la historia. Lo importante es el núcleo de lo que se cuenta, sí, pero también es y mucho cómo se cuenta. Faltas de ortografía, expresiones anómales, y frases interminables de decenas de líneas descriptivas son maleza que no deja ver el bosque. Y el lector, ansía respirar el aire puro de un buen bosque.